Los israelíes volvemos hoy a las urnas a votar por cuarta vez en dos años. Las tres veces anteriores no se logró crear un gobierno estable. Es probable, aunque no seguro, que tampoco esta vez se logre y que vayamos a una quinta vuelta muy próximamente. Para los que tratan de entender desde fuera de Israel la situación que enfrentamos hoy en lo que respecta al proceso electoral (y para algunos dentro de Israel que tal vez les interese mi opinión), les ofrezco una breve explicación de la situación como yo la veo.
Si como resultado de la votación los partidos que apoyan a Bibi reciben esta vez 61 escaños o más, Bibi podrá crear una coalición de manera casi inmediata, con muy poca negociación, contrariamente a los procesos interminables de formación de coalición a los que estamos acostumbrados en este país. La coalición que se crearía en ese caso sería la más extrema en sus ideas y en las políticas que va a poder implementar, en todo lo que concierne a los territorios conquistados y la relación del Estado para con los árabes ciudadanos israelíes, y mucho más aún en lo que concierne al debilitamiento total e inmediato de la independencia del Poder Judicial y de todas las instituciones de la ley en este país (o mejor dicho: lo que queda de ellas). Los pocos frenos que Bibi tenía dentro el Likud se han borrado totalmente.
Desde el punto personal de vista de Bibi, lo que está en juego es salvar su pellejo. Él debe evitar a toda costa que sus juicios sigan su proceso, y para lograrlo él estará dispuesto a pagar a sus asociados potenciales cualquier precio político que exijan, aún mucho más allá de sus propias convicciones. Ese es el criterio principal que ha guiado todo su comportamiento político en los últimos años, incluyendo la campaña exitosa de la vacunación (de la cual se tomó todo el crédito, aunque sólo merecía una parte) y la manera desastrosa de manejar todo el resto de los aspectos de la situación que se creó con el Covid-19. Las elecciones de hoy son para él el eslabón crítico de su intento de muchos de escaparse de juicio, por el cual todos hemos pagado un precio carísimo.
Desde el punto de vista de Bibi lo que está en juego es salvar su pellejo al evitar que sus juicios sigan su proceso, y para lograrlo él estará dispuesto a pagar a sus asociados potenciales cualquier precio político que exijan, aún mucho más allá de sus propias convicciones. Desde el punto de vista de sus asociados potenciales se trata de un asunto ideológico profundo y muy importante.
Desde el punto de vista de los asociados potenciales de Bibi en una posible coalición, las elecciones de hoy representan un asunto ideológico profundo y de primera magnitud. Para ellos, los tribunales, y sobre todo el Tribunal Supremo de Justicia, son vistos como servidores incondicionales de las viejas élites y de lo que se denomina acá, despectivamente, Ha-Small (“la izquierda”, en juego de palabras). Un estado que se regule por las normas de una democracia liberal con derechos humanos y con un balance constitucional entre los diferentes poderes es para ellos el peor enemigo.
Muchos miembros del Likud han abandonado el partido a lo largo de los años, y en especial en los últimos dos años, cansados ya de las arbitrariedades de Bibi y de la corrupción que trajo al gobierno con el fin de salvar su pellejo. El más notable de ellos es Gideon Saar, ideológicamente muy a la derecha de Bibi (en cuestiones de territorios y relación con los palestinos) y considerado, por su larga actuación en gobiernos anteriores, como una persona de integridad y respetuosa de las instituciones democráticas. Él creó hace un par de meses un nuevo partido que al principio parecía que iba a “beberse” (como se dice aquí en este contexto) muchos votos de Likud desde la derecha, y que se podría perfilar como alternativa a Bibi, al hacer una posible coalición que incluyera también partidos a la izquierda de Bibi, dispuestos a compromisos ideológicos para devolver al país a cierta normalidad de gobierno. En este momento es muy poco probable que eso se realize. Parece que Saar recibirá a fin de cuentas algo así como 10 asientos en la Knesset, según las encuestas. Fuera del Likud el partido que se perfila como el que recibirá más votos es Yesh Atid, de Yair Lapid. Pero menciono especialmente el abandono del Likud por parte de Saar como un hecho importante, porque él se llevó consigo a las últimas figuras del Likud que no son esclavos incondicionales de Bibi (por ejemplo Zeev Elkin y Beni Begin). Ellos podrían haber frenado de alguna manera los próximos pasos de Bibi y su coalición, si llega a crearse. en su afán de seguir el ataque ante el poder judicial y quienes hoy ocupan cargos centrales en él.
Emblemático de los nuevos aliados que entrarían en coalición con Bibi es Itamar Ben Gvir, anteriormente un patán de la peor calaña, metido ahora a abogado defensor de los extremistas judíos más violentos que conocemos. Ben Gvir es el heredero ideológico del Rav Meir Kahane, quien fue vomitado de la Knesset unánimemente en 1988 y expulsado de la vida política de Israel--también por el Likud y los otros partidos de derecha--por su visión racista en extremo. Ben Gvir se paseó por años al margen de la sociedad israelí, admirando y difundiendo la imagen de Baruj Goldstein, el médico judío llegado de Brooklyn, que en febrero de 1994 acribilló a 29 musulmanes e hirió a otros 125, al dispararles por la espalda mientras rezaban en una mezquita cerca de Hebrón.
Ese mismo Ben Gvir es hoy en día una figura normativa y hasta admirada en la política israelí y podría recibir en pocos días algún ministerio u otro cargo importante en un gobierno que Bibi crearía. Junto con Ben Gvir y los suyos, el otro pilar de esta coalición incluiría a los partidos ortodoxos, que se sentiría a gusto de llevar sus demandas presupuestarías sectoriales mucho más allá de donde está hoy en día. Sería el gobierno más extremo, racista, xenófobo, homofóbico, y enemigo del poder judicial que nunca haya habido o que se haya podido imaginar que habría en este país. Y a su cabeza tendríamos a un Primer Ministro con tres cargos graves de corrupción.
Cuál es, a fin de cuentas, la probabilidad que Bibi forme esa coalición y siga como Primer Ministro? Es muy difícil saber en este momento. Los sondeos le dan 51 al Likud, junto con los que han declarado que lo apoyarán a toda costa (y esa es una de las pocas declaraciones políticas que podemos creer a ciencia cierta hoy en día en este país). Hay dos partidos que no se han comprometido formalmente a apoyarlo, pero que podrían hacerlo según los resultados. Uno de ellos es el de Naftali Bennet, Yemina, quien no se ha comprometido a entrar en coalición con Bibi pero sin duda lo haría si eso fuera lo decisivo para la creación del gobierno (a cambio de algún puesto importante como por ejemplo Ministro de la Defensa). Curiosamente, el otro partido en esta situación es Raam, un partido árabe basado en "los hermanos musulmanes", que es el más extremo en sus concepciones fundamentalistas y antiliberales dentro de la población árabe. Sería un poco largo explicar aquí cómo es posible que a fin de cuentas el gobierno de Bibi vaya a depender del posible apoyo de Raam (si ellos pasan la barrera mínima). Pero ese es el caso, y nadie tiene idea cierta si al final lo harían o no.
Los que realizan encuestas de elecciones en Israel son profesionales de la primera categoría que a pesar de toda la complejidad del caso, muchos de ellos dieron resultados muy exactos en todas las campañas, incluyendo en las últimas elecciones en marzo 2020. Aquí se vota hasta las 10 de la noche, pero las urnas de sondeo se cierran ya a las 8:00, para poder transmitir, a las 10:01 de la noche, el pronóstico resultante del sondeo, que generalmente se acerca a los resultados verdaderos. Hay veces que se han equivocado, cuando los resultados son muy parejos. El caso más notorio fue en 1996, algunos meses después del asesinato de Rabin, cuando “nos fuimos a dormir con Peres" (o sea, el sondeo de las 10:00 le daban la victoria) y "nos despertamos con Bibi" (o sea que los resultados reales en la mañana le dieron la victoria a él, por un margen muy estrecho). Pero esta vez esos mismos profesionales tan expertos dicen que les está siendo muy difícil hacerse una idea clara de lo que va pasar. La razón principal es la abundancia de partidos diminutos, por una parte, y la indecisión del electorado que sigue hasta este momento. Ellos calculan que algo así como 10 de los 120 escaños corresponden a gente que todavía no ha decidido y decidirán a último momento al entrar a poner su voto. Eso es muchísimo en términos de un posible pronóstico realista.
El factor fundamental que va a decidir las elecciones es la cantidad de votantes que van a llegar, y la distribución entre las diferentes partes de la población israelí (ciudades, pueblos, ortodoxos, árabes, etc.). En el sistema israelí es necesario pasar una barrera mínima de 3.2%, que son algo así como cuatro escaños, y que dependiendo del número total de votantes, corresponde a algo así como 170 mil votos. O sea, que si un partido recibe apoyo de 140 mil votos, por ejemplo, ellos no entran a la Knesset y esos votos van a la basura (a menos que haya un acuerdo de auto balance firmado de antemano entre dos partidos, en cuyo caso los votos perdido se le asignan al otro partido). Los porcentajes de los partidos restantes se calculan de acuerdo con lo que queda después de descontar la cantidad perdida. Hay en este momento cuatro partidos pequeños que están muy cercanos a esa barrera y es muy difícil predecir cuánto van a recibir, si van a entrar o no, y cómo afectará éso el resultado.
Una de las grandes incógnitas en ese sentido es el sector árabe, que puede ser decisivo en los resultados. En las elecciones de 2015 se le ocurrió a un grupo de genios dirigidos por Avigdor Lieberman (anteriormente un furioso anti-árabe, y mano derecha de Bibi por muchos años, y hoy en día dando apariencias de ser más moderado y ante todo dedicando todos sus esfuerzos para que Bibi salga del poder) la idea de alzar la barrera mínima necesaria para calificar, de 2% a 3.5%. La lógica de ellos era que, como en aquel entonces había muchos partidos árabes pequeños, ninguno de ellos pasaría así la barrera mínima y no habría ningún árabe en la Knesset. Pero el resultado fue exactamente lo contrario: todos los árabes se unieron en un solo partido que pasó fácilmente la barrera. Más aún, esa unión trajo un espíritu nuevo de entusiasmo a la política árabe en Israel y subió enormemente la participación de la población árabe en las elecciones. En las últimas elecciones, por ejemplo, ellos llegaron a 15 puestos y eso cambió a fondo el mapa político general. La esperanza de los líderes de ese partido unificado era que en estas elecciones participen muchos más votantes árabes y así llegarían a 17 o aún más. Pero las tensiones internas entre las diferentes secciones del partido llevaron a fin de cuentas a la separación de Raam, que no ha negado la posibilidad de apoyar un gobierno de Bibi a cambio de logros concretos para la población árabe. El paso de Raam no sólo dividió de por sí el número de votos del partido unificado, sino que probablemente bajó nuevamente la motivación de la población árabe de participar. Probablemente el partido unido baje a 9-10, y no se sabe sí Raam calificará. Es por eso que el porcentaje de participación de los árabes, como parte del porcentaje general, será un punto clave en los resultados de hoy.
Y qué pasa si Bibi no logra crear su coalición por no contar con el apoyo de 61 miembros electos? En apariencia eso puede interpretarse como la posibilidad de un gobierno alternativo, que saque a Bibi de su actual cargo. Pero la probabilidad de que los partidos que formarían una tal mayoría de 61, si es que la obtienen, lleguen a algún acuerdo posible de coalición, y decidan quién sería su líder que actuaría como Primer Ministro, se ve extremadamente baja, aunque no del todo imposible. Una vez más: todo depende de los resultados que a su vez dependerán del porcentaje de participación.
Y si estos partidos no logran crear esa coalición, entonces lo próximo que tendremos es otro proceso electoral próximamente. Sí - una quinta ronda. Para Bibi, ese también sería un buen resultado, ya que como Primer Ministro en este momento, el seguiría siendo jefe del gobierno temporal y podría postergar indefinidamente su juicio y hasta hacer pasar algunas leyes que lo saquen del proceso judicial del todo. En tal escenario hipotético, hay una pequeña trampa a la espera, ya que supuestamente el acuerdo entre Bibi y Gantz a raíz de las elecciones anteriores y la entrada de Gantz al gobierno, establece que Gantz se vuelve primer ministro en noviembre de 2021. Se trata de un acuerdo aprobado como ley por la Knesset y no un simple acuerdo entre partidos. Pero es difícil ver cómo Gantz en este momento, que no se sabe si va a pasar siquiera la barrera mínima, y si la pasa será a duras penas, podrá exigir convertirse en primer ministro en base a resultados tan diferentes que obtuvo en marzo.
Pero eso ya es algo que va más allá de la imaginación y en este momento el próximo paso es ver qué nos van a decir en la televisión, a las 10 de la noche, los resultados de las urnas de sondeo y, después, cuáles van a ser los resultados finales que parece que se sabrán no antes del viernes en la tarde. Bottom line en este momento: la probabilidad de que Bibi no tenga que traer próximamente el camión de las mudanzas a la casa oficial en Jerusalem para llevarse sus peroles a la casa privada en Cesárea, junto con Sara y su hijo holgazán Yair, es bastante alta.
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