Todo acuerdo diplomático abierto con países árabes es un paso positivo para Israel y para la región, y eso puede decirse también de los acuerdos que se han firmado, y de los que puedan firmarse en un futuro. Son motivo de optimismo, especialmente en esta época de tanto caos político e incertidumbre hacia el futuro. Sin embargo, es necesario tratar de entender el contexto amplio de esos acuerdos, las motivaciones diversas de los diferentes actores, y las limitaciones a las cuales están sometidos.
Bajo el nombre de “Acuerdos de Abraham” y con el apoyo activo de Trump y de su administración, Israel firmó recientemente acuerdos de normalización de relaciones con tres países del mundo árabe-islámico: Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, y Sudán. Analistas estiman que estos acuerdos podrían llegar a incluir en un futuro cercano a países adicionales, como Marruecos y Arabia Saudita (aunque con respecto a este último muy probablemente haya que esperar a que el actual rey, Salmán bin Abdulaziz, quien ese opone públicamente a los acuerdos, sea sucedido por su hijo, Mohammad bin Salmán, quien supuestamente es mucho más abierto hacia la posibilidad de relaciones con Israel).
Al dar un paso así, los líderes involucrados no van a perder la oportunidad de hacer una gran algarabía alrededor. Es natural y es más que legítimo, pero eso no quiere decir que uno tenga que comerse todo lo que ellos digan sin primero analizar cuidadosamente. Esto es sin duda necesario cuando se trata de líderes, Bibi y Trump (a los emires no lo conozco) que son ampliamente conocidos como mentirosos patológicos.
En este post planteo algunos puntos relacionados con los acuerdos, refiriéndome espcialmente a los emiratos y a Bahréin. El caso de Sudán es un poco diferente y más complicado, y lo dejo para otra ocasión.
La firma de los acuerdos ha sido más que todo una “salida del closet”, y no una sorpresa inesperada. Eso de por sí no le quita importancia al acuerdo, pero sí lo pone en la proporción correcta.
Los nexos entre Israel y los emiratos o Bahréin no son de por sí nada nuevo. Existen por lo menos desde principios de los 1990s, en la época del segundo gobierno de Rabin, y se fortalecieron gradualmente desde 2000, a todos los niveles, incluyendo cooperación en asuntos de seguridad. Nunca existieron hostilidades de ningún tipo entre esos países e Israel, más allá de su pertenencia pasiva a organizaciones pan-arábicas generalmente hostiles a Israel. Muchos ministros han visitado abiertamente en los últimos años esos y otros países parecidos. El mismo jefe del Mossad, Yossi Cohen, ha participado en varias visitas documentadas y sin duda - él o sus emisarios - en muchas otras más, no documentadas.
Lo nexos se enfriaron un poco en 2010 ante una situación muy embarazosa para ambos lados, cuando agentes del mossad mataron en Dubai a un alto miembro de Hamás, Mahmoud al-Mabhouh, y los pusieron al descubierto como si fueran un grupo de aficionados del más bajo nivel. Luego se produjo un reacercamiento gradual. Hay quienes estiman el nivel actual del intercambio comercial entre Israel y los Emiratos en un billón de dólares anuales, o más. Algo parecido puede ser con Bahréin. En otras palabras: este paso ha sido más que todo una “salida del closet”, y no una sorpresa inesperada. Eso de por sí no le quita importancia al acuerdo, pero sí lo pone en la proporción correcta.
A pesar del optimismo que todo esto despierta y la importancia de la salida del closet, no se trata de que ya mañana se vayan a abrir embajadas en ambos lados. Estamos muy jejos de eso. Se habla de un proceso gradual, de muchas declaraciones y festejos, y de un “roadmap” más que de un proceso concreto que va a empezar mañana. Se van a acelerar las cooperaciones que existen en agricultura, tecnología, y cosas así. Importante sin duda. Pero los emires saben muy bien hacer sus negocios y nos van a aceptar que los hagan quedar mal en público.
Sobre todo es importante entender que los acuerdos se posibilitaron por una confluencia de intereses muy inusual de las partes involucradas: USA, Israel y el mundo sunita (incluyendo a los sauditas) frente los chiitas liderados por Irán. Los líderes entendieron muy bien la oportunidad y eso dio sus frutos.
No puede dejar de comentarse lo bien que le viene este acuerdo a Jared Kushner y a los negocios de la familia Kushner en los Emiratos. Ellos se estiman en cientos de millones de dólares y ya en el pasado habían despertado dudas sobre la capacidad del yerno presidencial de estar involucrado imparcialmente como representante del gobierno de USA en asuntos relacionados con el golfo. No dudas de parte de Trump, por supuesto, para quien preguntas de ética o transparencia gubernamental nunca han sido relevantes, pero sí de sus importantes colaboradores en el pasado.
Pero lo que quisiera indicar con especial atención es el interés personal de Bibi y de sus allegados en acuerdos como los que estamos viendo. Desde el punto vista de Israel, el interés geopolítico de estos acuerdos es obvio y no requiere mucha interpretación. Pero nunca debemos olvidar que hay también intereses personales específicos. No hay decisión interna o externa del gobierno israelí hoy en día que no sea afectada directamente por la situación política de Netanyahu, y por su deseo de evitar a cualquier precio el juicio que les espera por tres cargos graves de corrupción. Este es un axioma fundamental que no debe olvidarse en ningún análisis concerniente a la realidad israelí y la política israelí. Netanyahu necesita desesperadamente pasos de gran resonancia mediática y estará dispuesto a hacerlos a cualquier precio. En este caso se trata de un paso con importantes proyecciones positivas, pero desde un principio Netanyahu ha ocultado, y hasta ha mentido abiertamente, como suele hacerlo, sobre el precio que se ha pagado a cambio de la normalización. Por eso debemos preguntarnos cuál es el precio verdadero que ha pagado Israel. Tal vez nunca lo sabremos a ciencia cierta, pero si hay algunas cosa que son claras.
El primer aspecto de este precio fue muy claro desde un principio, aunque con el tiempo se ha ido reafirmando: Israel debe olvidarse del plan de anexión en los territorios conquistados – el plan conocido con el nombre bombástico y ridículo de “el plan del siglo” de Trump (“Deal of the Century” – so help me God!). Esa anexión era un paso absurdo que hubiera tenido consecuencias graves. Una trampa creada por pirómanos, que hubiera podido terminar en una gran explosión. La encabezaba el “Consejero del presidente Trump para el Medio Oriente”, otro nombre ridículo y falto de contacto con la realidad, que se refería al yerno presidencial Jared Kuschner. Probablemente ni Kuschner ni Trump tienen idea dónde está el norte y dónde está el sur en el mapa local, pero piensan que pueden arreglar nuestro futuro con un “deal” en el que ni siquiera piden la opinión de quienes sus tierra se intentaba anexar – los residentes palestinos de esos territorios – que independientemente de las preguntas políticas tan complejas que despierta nuestro conflicto, se trata de una violación del principio tan básico de la propiedad privada de sus tierras.
Para Trump fue muy fácil y además conveniente olvidarse del Deal que había anunciado con bombos y platillos tan sólo unos meses antes. Nunca entendió lo que se estaba haciendo y por qué, y nunca fue algo que le interesara realmente. Pero para Bibi, el haber renunciado totalmente a la anexión le creó un enfrentamiento con la derecha ideológica y mesiánica en Israel, que representa sobre todo a los colonos y a sus intereses en el West Bank. Debe haber hecho bien sus cuentas de política interna antes de hacer un paso así.
Bibi dijo que la anexión sólo ha sido postergada temporalmente y no eliminada, pero todos entienden que él tuvo que comprometerse a abandonarla totalmente como condición a la declaración pública de los emiratos y de otras entidades árabes que puedan seguir en el futuro cercano. Trump lo dijo claramente. La derecha ideológica en Israel no se come los cuentos de Bibi, cuando van en contra de sus intereses, y por eso andan furiosos. “Nos engañaste – dijeron – no te creemos ni una palabra”. De todas maneras nunca le han creído, y ellos sabían muy bien, como toda persona más o menos cuerda en este país, que se trata de un gran mentiroso, sólo que hasta ahora servía bien a sus intereses. Eso le va a costar caro. Pero como dije, él debe haber hecho bien sus cuentas con miras a la meta más importante: escaparse de su juicio.
Mirándolo desde una perspectiva amplia, esta suspensión de la anexión es tal vez el resultado inmediato más importante de todo este evento de los acuerdos. A veces cuando Bibi cuida sus intereses personales, puede por mera casualidad traer también beneficios para su país. Qué bueno …
Pero existe otro precio que Israel pagó: la posibilidad de que USA venda armamentos estratégicos de gran importancia, y sobre todo aviones F-35, a los Emiratos y luego a países árabes adicionales. No soy experto en cuestiones estratégicas y no sé si podría explicar muy bien el significado real de esto. Pero sí puedo citar al general retirado Amos Yadlin, un aviador altamente condecorado y respetado, quien fue Jefe de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y dirige hoy el Instituto Israelí de Estudios Estratégicos (afiliado a la Universidad de Tel Aviv). Yadlin explicó el gran peligro que podría representar para la seguridad de Israel la autorización de vender este tipo de armas a países adicionales, pero no es eso lo que realmente le preocupa:
Lo que es realmente grave en este asunto no es de por sí la venta, sino el hecho de que el Primer Ministro haya mentido una vez más, negando que esto haya sido parte del acuerdo. Cuando el periodista Nahum Barnea sacó a luz el acuerdo de la venta en Agosto en el diario Yediot Aharonot, Netanyahu dijo que eso no era más que Fake News.
Netanyahu simplemente ocultó una vez más de todos los organismos de seguridad de Israel, incluyendo el ministro y la cúpula militar, una decisión de mayor magnitud, como había hecho con la compra de submarinos, un negocio multimillonario que incluía pago de comisiones exorbitantes para sus allegados, y por la cual es posible que pronto se le agregue otro cargo de corrupción grave. Pero no contento con mentir en público y ocultar la verdad ante la comunidad de seguridad del país, Bibi está tratando ahora de culpar a Gantz, el ministro de defensa, de haber sido él quien apoyó y concertó de parte de Israel la venta de aviones, cuando de hecho, ni siquiera se tomó la molestia de invitar a Gantz o al ministro de relaciones exteriores, Gabi Ashkenzi, a la firma del acuerdo en Washington.
Para los israelíes de a pie, lo importante de los Acuerdos de Abraham es que van a poder por fin viajar a ver el Burj Khalifa y las islas artificiales en Dubai, y por sobre todo, comprar en los lujosos centros comerciales de esos países, en los que parece que las carteras de Louis Vuitton son un poco más baratas que acá. Eso podría pasar ya muy pronto (cuando se acabe la pandemia …). Más importante, el hecho de que Arabia Saudita haya abierto los cielos a vuelos de Israel al oriente implicará que cuando viajemos a Tailandia o a la India, nos ahorraremos algo así como dos horas de vuelo (en cada dirección!!). Quién dijo que no vale la pena sacrificar territorios o tal vez tomar riesgos de seguridad a cambio de acuerdos de paz?
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Foto credit: Public Domain. Reproduced from Wikipedia.
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