Los resultados de las elecciones que se celebraron el 1 de noviembre le dieron una clara mayoría en la nueva Knesset al bloque de los partidos que apoyan a Netanyahu. Sin intención de explicar en detalle ahora la situación política del país, como yo la veo, y las consecuencias nefastas de lo que nos espera ante estos resultados (lo cual espero poder hacer pronto en este blog), sí quisiera hacer un breve comentario al respecto, y añadir una nota de ironía muy amarga relacionada con la confluencia fatídica del día oficial de conmemoración en la Knesset del asesinato de Rabin, que se realizó hoy, con la primera aparición pública en la misma Knesset de quienes liderarán oficialmente desde ahora el país, y que hace 27 años estuvieron tan cercanos a los movimientos de odio, instigación, y violencia, que eventualmente llevaron al ataque físico a quien era entonces primer ministro. Definitivamente, hoy se insertó el último clavo en el féretro de Rabin.

Empiezo por señalar que, en el conteo directo de los votos, la diferencia numérica entre quienes votaron por el bloque Bibi y los que se le opusieron, no pasó de 3,500 votos. Eso tal vez aumenta el desconcierto y la frustración del bloque anti-Bibi, pero en realidad no tiene ningún significado real, ya que muchos de los votos anti-Bibi fueron a parar al pipote de la basura, porque eran en apoyo de partidos que no pasaron a fin de cuentas el porcentaje mínimo necesario de 3.25%, o sea, cuatro escaños en la Knesset (eso me incluye a mí, con mi voto a Meretz que llegó sólo a 3.16%). Ese punto y otros parecidos, son mencionados como parte de la discusión que se despertó al conocerse los resultados, concerniente a las estrategias erróneas que se implementaron en las campañas electorales de los varios partidos del bloque liderado por Yair Lapid. El blame game relacionado con esa discusión es, francamente hablando, muy poco interesante y está cayendo muy rápidamente en el olvido. Mucho más marcado dentro del bloque opositor a Bibi es un estado de temor, incertidumbre y tristeza profunda ante lo que se acerca.
En el bloque de Bibi reina, como es de esperar, una gran alegría. La retórica que culpa al gobierno de Bennet-Lapid (que duró un año) de todos los males que vivimos, y que estaba en el centro de la campaña muy bien orquestada del bloque Bibi (quien junto con sus asociados estuvo anteriormente en el poder por más de doce años) no ha disminuido en lo mínimo y parece que los seguiremos escuchando por los años venideros. Sin embargo, en Israel como en Israel, cabe esperar que las negociaciones para formar el gobierno, a pesar del consenso mayoritario alrededor de Bibi, no van a ser un paseíto por el parque y va a tomar su tiempo, ya que cada uno de los socios tratará de sacar lo máximo en términos de cargos centrales y presupuestos bondadosos para el beneficio directo de sus electores. A final de cuentas se llegará a un convenio con Bibi a la cabeza, eso está claro, ya que todos tienen un interés indiscutible en que eso suceda.
El resultado es el resultado y eso no lo discute nadie, pero nada más de pensar en los nombres que aparecerán flamantemente al lado de los títulos “Ministro de Defensa”, “Ministro de Seguridad Interna”, “Ministro de Finanzas”, “Ministro de Educación”, etc., produce en muchos de nosotros un temor visceral y una gran preocupación por el futuro. A eso se agrega el retorno a los centros de poder de Sara y del hijo holgazán y vicioso, Yair, y su opinión será decisiva en nombramientos importantes y decisiones cruciales. Quien vive fuera de Israel no siempre es capaz de captar el significado de cada uno de los nombres de quienes nos liderarán de ahora en adelante, junto a Bibi. En un artículo publicado en el NY Times al día siguiente de las elecciones (The Israel We Knew Is Gone), Thomas Friedman usó nombres de políticos estadounidenses como metáfora que sugiere el significado de la situación local. A quien no lo haya leído hasta ahora le recomiendo que lo haga, por ejemplo pulsando este link.
Friedman se apoya en la opinión del respetado periodista israelí, Nahum Barnea, para explicar su visión sobre la situación post-elecciones. Creo que su explicación es buena en general, y puede ayudar a entender lo que se vislumbra. Puedo decir que la mayoría de los puntos que indica son los que yo expliqué previo a las elecciones, en mi post del 1 de septiembre pasado, donde había mencionado las posibles consecuencias desastrosas de una nueva victoria de Bibi, incluyendo la presencia tan peligrosa de Itamar Ben Gvir, Bezalel Smotrich, etc. Pero un punto importante en el que no estoy muy de acuerdo ni con Friedman ni con lo que podría entenderse de Nahum Barnea es la sensación de que, a raíz de los resultados, se produjo un punto de corte agudo y hasta de sorpresa: “we have a different kind of Israel now”. Les explico por qué no concuerdo con este tipo de aserciones.
La sorpresa que se podría reflejar en la frase de Friedman es aceptable sólo en el sentido de los nombres que veremos ahora en posiciones públicas de primerea magnitud, donde podrán manejar procesos legislativos que traerán cambios increíblemente destructivos, sobre todo en lo referente a la subordinación del poder judicial al ejecutivo (y entre otras cosas la anulación de los juicios contra Bibi – aunque esto es no lo más grave del caso). Espero poder explicarles esto en cierto detalle en un post futuro. Pero con lo que no estoy de acuerdo en la descripción de Friedman es con lo que podría entenderse del “now”. Lo que se ha dado en Israel es el resultado inevitable de procesos que se vienen colando desde hace años (incluso diría que decenas de años) a nivel demográfico, cultural y político. He comentado esto ya varias veces en el blog, por ejemplo cuando hablé sobre los problemas del sistema educativo de Israel.
En este momento esos procesos se nos explotan en la cara como un globo, pero el soplido que causó la explosión es sólo el último de una larga serie. Antes de eso ese balón si iba llenando poco a poco con soplidos que algunos sintieron, y otros no—o más bien prefirieron no sentir—pero que iban llevando directamente hacia la explosión. Nacionalismo extremo, fundamentalismo mesiánico, odio indiscriminado, incitación contra quien critique al gobierno, y violencia descontrolada para con los palestinos—todo eso no empezó el 1 de noviembre de 2022, aunque es fecha será definitivamente un punto de inflexión.
Los resultados de las elecciones incluyeron algunas sorpresas, es verdad, y el resultado específico fue un poco más allá de lo que hasta los más pesimistas pensaron (pensamos …) o temieron (temimos …). Por ejemplo 65 escaños a Bibi. O los 20 de los ortodoxos. O la desaparición de Meretz y el ascenso meteórico de Ben Gvir y su grupo de fascistas. Todo eso es importante explicarlo y entenderlo, pero a fin de cuentas se trata del nivel táctico inmediato, y no de los procesos de fondo. Lo que realmente pasó es que el futuro tan desesperanzador que muchos temíamos y preveíamos simplemente llegó un poco antes de lo imaginado. Algunos esperábamos que tal vez esto podría posponerse un poco, pero no creo que nadie se ilusionaba pensando que esto era evitable a mediano plazo. El futuro ya está acá y no es muy prometedor. Ahora los procesos seguirán acelerando, y parece que a todo vapor.
Y ahora a la confluencia de fechas. Las conmemoraciones del día del asesinato de Rabin han ido despareciendo del espacio público y el público en general preferiría que no los molesten con eso. En la Knesset, con todo y eso, sí se sigue realizando cada año (por ahora …). En 2019 me tocó ser el orador en el acto que se realiza anualmente (todavía …) en la Universidad de Tel Aviv, y la curiosidad me llevó a leer hoy lo que dije en mi discurso como decano en aquel entonces. Fue una lectura escalofriante y les sugiero modestamente que la lean en este link. El punto principal es que mientras el asesino está todavía en la cárcel, su espíritu anda libre por todo el país. Eso era cierto en 2019, y ahora lo es mucho más. Además, veía yo como obvio que no pasaría mucho tiempo antes de que lo dejen en libertad, y también en este punto parece hoy que el futuro nos ha llegado antes de lo imaginado.
En mi discurso mencionaba yo a Baruj Goldstein, médico judío residente de Hebrón, quien, en febrero de 1994, asesinó a 29 musulmanes que rezaban arrodillados en su mezquita, acribillándolos por la espalda con una ametralladora. Itamar ben Gvir estuvo desde un principio a la cabeza del movimiento que veía en Goldstein el gran ejemplo a seguir, y cuyo “heroísmo y valentía” había que alabar y difundir, como ejemplo de amor puro y desinteresado para con el pueblo judío. Goldstein era un discípulo del rabino racista Meir Kahana, que fue elegido a la Knesset a principio de los años 80, y que cada vez que subía a hablar era boicoteado por todos los 119 miembros de la Knesset que abandonaban inmediatamente la sala, incluyendo los más ideológicos de la derecha política de aquel entonces, como Itzhak Shamir. Kahana era considerado como muktze, por su racismo e incitación abiertas, y cuya presencia en la política israelí era considerada ilegítima, y hasta se sacó por fuera de la ley. Pues bien, Ben Gvir es discípulo auto-proclamado de Kahana y Goldstein (y mantenía hasta hace poco con orgullo una foto de ese asesino en el salón de su casa) y como ellos, él era un elemento ilegitimo en la escena política local. Pero al pasar de los años se ha convertido no sólo en legítimo, sino en el político más solicitado por los medios, siempre abierto a entrevistas y siempre creador de escándalos y gran rating para los canales de televisión, que celebran incondicionalmente su presencia y sus actos.

Ben Gvir fue investigado hace años por el servicio secreto (Shabak) y condenado ocho veces por pertenecer a una organización de terror (terror judío, no se equivoquen),obstaculizar la justicia y estar involucrado en actos de violencia. Además, tres días antes del asesinato de Rabin, siguiendo una situación muy violenta en la cual una turba amenazó directamente el Cadillac blindado del primer ministro, apareció Ben Gvir en los noticieros con el sello delantero del Cadillac y dijo: “así como llegamos este sello de su carro, así llegaremos también a él, y eso será pronto”. Ahora será ese mismo Ben Gvir el ministro encargado del funcionamiento de la policía y de otros organismos de seguridad y cumplimiento de la ley en el país! El prometió (y no sólo él) que actuaría inmediatamente a limitar la fuerza de los jueces, que desde ahora serán nombrados por los partidos políticos, sólo en base a su lealtad a la nación (o sea a los líderes).

Nunca dudé que entre las primeras acciones de Ben Gvir, una vez que lo nombren Ministro de Seguridad Interior (eso es lo que él exige y sin duda lo obtendrá), será obrar en pro de la liberación del asesino de Rabin, Yigal Amir, con todo el significado simbólico que hay en eso. Sin embargo, otra vez lo hicieron más rápido de lo imaginado, hoy, en pleno día de la conmemoración. El colega de Ben Gvir, Betzalel Smotrich, ya habló claramente en su discurso de hoy en esa dirección: fueron los cuerpos de seguridad—dijo él—el Shabak, específicamente, quienes manipularon a Amir para que cometa el asesinato. No los políticos (incluyendo a Bibi) que incitaron abiertamente a la violencia contra Rabin ni los rabinos que llamaron a hacerlo desaparecer, sino los cuerpos de seguridad (que efectivamente fracasaron--eso hay que decirlos claramente--en su deber de proteger a Rabin contar quien pudiera atentar contra él). Ellos—dice Smotrich—impulsaron a Amir a que lo asesine!! El día mismo de la conmemoración en la Knesset, Smotrich no duda en revivir desde su nueva posición de prominencia política (muy probablemente él sea el nuevo ministro de defensa) las teorías conspirativas más absurdas, que pertenecían a lo largo de los años a los márgenes alucinados de la sociedad. Esa será desde ahora la fake versión que se impondrá, y de aquí, el camino a la liberación del asesino Amir es corto.
Ahí vemos una pequeña muestra del lugar al que llegamos, con el sexto gobierno de Benjamín Netanyahu. Es una parte ínfima (aunque emblemática) de los problemas que le esperan a nuestra frágil democracia y a la parte secular de nuestra sociedad y cultura, que serán duramente atacada por los fundamentalistas mesiánicos, cuyos porcentajes dentro de la población siguen en aumento exponencial.
Gracias Leo por este excelente análisis. Pongo mis esperanzas en la fuerza y resiliencia de esa mitad del país que perdió por 3.500 votos y en los electores de la otra mitad que, pese a todo, tienen vocación democrática.
Excelente como siempre tu análisis y explicación. Pena por lo que nos espera