Make Israel Great Again
- Leo Corry
- 2 days ago
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Hoy se cumplen dos años desde la masacre de Hamás en los asentamientos y poblaciones israelíes en la frontera con Gaza, y en el festival de Nova. También han pasado dos años desde el comienzo de una guerra que en sus inicios fue necesaria y alrededor de la cual existía un consenso generalizado en la sociedad israelí y un apoyo internacional bastante amplio, pero cuya finalidad y su crueldad se vuelven cada vez más incomprensibles para la gran mayoría de los israelíes, y que el mundo entero desaprueba. En estos dos años hubo logros importantes a nivel estratégico frente al Hizaballah y a Irán, eso es cierto, pero la polarización interna del país y nuestra situación de casi total aislamiento internacional son verdaderas amenazas. En su mensaje de Rosh Hashaná hace menos de dos semanas, Benjamin Netanyahu nos explicó que estamos condenados a ser una Super-Esparta, aislada del mundo en todos los aspectos de la vida. Bonito mensaje, sin duda, alrededor del cual nuestros líderes políticos sugieren que construyamos el futuro de nuestros hijos y nietos, mientras sabemos que en realidad esta idea de la guerra eterna en Gaza es antes que nada una alucinación peligrosísima que promueve un grupo mesiánico no muy grande, pero con mucha fuerza política, y que Netanyahu la adopta gustoso para seguir aferrándose al poder, evitar su juicio criminal que está pendiente ya tantos años, y seguir evadiendo la responsabilidad que le corresponde por la debacle del 7 de octubre y lo que condujo a ella.
Los asesinados o caídos en la batalla del lado israelí llegan hoy casi a 2,000 -- niños, mujeres, ancianos, hombres, soldados y policías. Reconocemos sus caras y casi todos sus nombres, así como las historias de todos ellos y ellas. El número de heridos de todo tipo, física y mentalmente, no se conoce con certeza. Tampoco se tiene una idea clara de la cantidad de familias que han dejado de funcionar normalmente (sobre todo las de los reservistas que han servido cientos de días, pero no solo ellos), de los niveles de enfermedad causados por el estress, o de los negocios que han quebrado. Desplazados de sus hogares en el norte y en el sur los hay por todos lados. Los muertos del lado palestino no es algo a lo que se le da imoprtance de nuestro lado de la frontera (y sí ... eso incluye miles de ancianos, mujeres y niños), y no son pocos los israelíes que piensan que mientras más, mejor, ahora y en el futuro (yo no me cuento entre ellos).
Hace dos días, el sábado en la noche entre Yom Kippur y Succot, la plaza de los secuestrados y sus alrededores en Tel Aviv volvieron a desbordarse, con más de cien mil – tal vez cerca de doscientos mil – manifestantes que pidieron expresar su apoyo a las familias de los secuestrados y exigir a Netanyahu que redoble los esfuerzos para concluir la pesadilla lo antes posible. Por lo inminente de un acuerdo que los pueda liberar, había en el aire una emoción más palpable y un optimismo mayor del que experimentamos semana tras semana, pero a la vez, una angustia cada vez más extrema, por la certeza de que es ahora o nunca. La lectura semanal de los nombres, seguida de un grito colectivo de “ahora!!” (עכשיו!!), tras cada nombre y cada foto, y ante el trasfondo de la canción “Habaita” (a casa - הביתה), ponía los pelos de punta mucho más que en oportunidades anteriores.
Y dentro de toda la ebullición de emociones, un grito inusual y hasta insólito que se repetía en todas las alocuciones y encontraba eco en los participantes: “Thank you, President Trump!”.
El esfuerzo de Trump en las últimas semanas para que Israel ponga fin de inmediato a la guerra en Gaza, y para que Hamás devuelva a todos los rehenes en un lapso de 72 horas, tiene motivaciones bastante claras que es imposible ignorar. Entre ellas resaltan la obsesión con el Premio Nobel de la Paz, que se anuncia en Oslo el viernes de esta semana, 10 de octubre de 2025; los negocios ultra-billonarios de las familias Trump, Witkoff y Kushner, y de todos sus allegados, con Qatar, Arabia Saudita, y los Emiratos, y los prospectos de muchos más billones en los proyectos de reconstrucción de Gaza; la creciente falta de paciencia de Trump para con Bibi y sus mentiras, que Trump demoró bastante en reconocerlas pero que no puede ya soportar más. Y no hay por qué negar que, junto con eso, Trump quedó humanamente afectado a nivel personal por el sufrimiento de las familias, y no menos que eso por las imágenes de la hambruna en Gaza, y que pensó con plena sinceridad que él puede influir sobre Israel para que alivie en algo la intensidad de la destrucción. Un hecho innegable es que Trump ha dedicado mucho más tiempo y atención en la Sala Oval a familias y sobrevivientes del cautiverio en Gaza, y a conversar con ellos de manera sincera y abierta, que todos los ministros de nuestro gobierno juntos, incluyendo por supuesto a Bibi y a Sara. Además, Trump ha mencionado repetidamente la gran impresión que le han causado las manifestaciones semanales en Israel. De hecho, hasta se tomó la molestia de twitear en su cuenta de Social Truth una foto de la manifestación de este último sábado.

En vista de la desesperanza que nos afecta ya a lo largo de dos años, y de la violencia tan extrema que tantos han sufrido y siguen sufriendo en esta zona del mundo, las motivaciones de Trump son mucho menos importantes en este momento que los hechos y sus resultados. Además no hay razón para no desearles éxitos en sus negocios y con el Nobel. El hecho más simple y claro es que Trump es la única persona en el mundo en este momento que Netanyahu no es capaz de contradecir. Ya en junio de este año, cuando los aviones israelíes iban en camino a Teherán, Trump dió una orden contundente a Bibi a través de su red Truth Social:
"ISRAEL. DO NOT DROP THOSE BOMBS. IF YOU DO, IT WILL BE A GRAVE VIOLATION. BRING YOUR PILOTS HOME, NOW!"
Y luego anunció con tono seguro:
"ISRAEL will not be attacking Iran. All planes will be turning around and going home, while giving a friendly 'air wave' to Iran. No one will be hurt, the ceasefire is in effect!"
Netanyahu cumplió la orden sin chistar, y ahora Trump le impuso a Israel un alto al fuego en Gaza, y está llevando, así esperamos, a la imposición de un acuerdo con el grupo terrorista Hamás en términos no muy diferentes de los que se podían haber obtenido hace meses, o ya hace más de un año, y tal vez incluso inmediatamente después de la masacre del 7 de octubre. Visto en retrospectiva, queda claro que una actitud política más responsable de nuestro gobierno podría habernos ahorrado mucha sangre, muertes innecesarias de soldados y civiles, y el desmoronamiento físico y moral de la rutina de vida de cientos de miles de familias israelíes y de muchas más entre los palestinos en Gaza.
Nunca le tuve simpatía a Trump, ni a sus políticas ni a su estilo, en lo referente a Israel y al Medio Oriente (y al decir esto, no pretendo para nada opinar sobre asuntos de política interna de los EEUU). La opinión que se escuchaba en Israel y entre los judíos del mundo durante el primer término presidencial de Trump, según la cual se trataba del mejor amigo que Israel tuvo en la Casa Blanca en toda la historia, siempre me pareció absurda y hasta ofensiva, como lo expliqué en detalle en un post de noviembre de 2020. Admirar a Netanyahu y apoyar incondicionalmente sus políticas, como lo hizo Trump en aquel entonces, nunca pudo llamarse ser un amigo de Israel, sino todo lo contrario. Eso se llama haber contribuido sustancialmente al estado desastroso al que hemos llegado en nuestro país, tanto internamente con una polarización y un odio instigado a lo largo de los años por Netanyahu y su máquina del veneno, como a nivel internacional, con un aislamiento profundo, que también se manifiesta crecientemente dentro de los Estados Unidos, incluyendo por supuesto a las comunidades judías.
Al comienzo de su segundo mandato, Trump siguió todavía por un camino parecido, al proponer planes totalmente desconectados de la realidad, como la famosa ilusión de la "Riviera de Gaza", que implicaría la “transferencia voluntaria” de la población palestina de Gaza (o sea, la expulsión forzada de ellos) y la toma de control por Estados Unidos al finalizar la guerra. Después–según esa visión propuesta por Trump–se “nivelaría” el terreno (o sea, se demolería lo que quedó en pie después de la guerra, y se limpiarían los escombros) y se emprendería un plan de desarrollo inmobiliario y turístico. Por increíble que parezca, muchos en Israel y en el mundo se entusiasmaron con esa idea que tildaron de “original” y “visionaria”. Más aun, políticos israelíes de los que se consideran relativamente sensatos (como Benny Gantz) no vieron ningún problema moral o operativo con ella, y dijeron que habría que tomarla en consideración y discutirla seriamente. ¿Alguien se acuerda de eso?
Pero la actitud actual de Trump, sean cuales sean sus motivaciones, se perfila como la única posibilidad de salvarnos de nuestro peor enemigo y de lo que se ve como una amenaza real al futuro de nuestro país, es decir, nosotros mismos, nuestro gobierno, representado por una camarilla de 36 ministros ineptos, y el corrupto mayor que está a su cabeza. Por lo que sabemos en este momento, se trata de no mucho más que de una directiva general de Trump dirigida a ambos lados. Son muchos los detalles que hay que completar, y no hay seguridad de que eso pueda hacerse en un tiempo razonablemente corto. Esperemos que no vaya a haber un cambio radical en las prioridades de este señor, y que no se aburra pronto de este asunto, como suele hacerlo (por ejemplo después del viernes una vez que anuncien el Premio Nobel, y se sepa ya si él es o no es el galardonado).
El cambio fundamental que experimentamos en el actual mandato presidencial de Trump radica en el ascenso meteórico de Qatar como actor clave en el ecosistema geopolítico global. Eso se perfiló claramente ya en el mes de mayo durante la visita de Trump a Doha, destino que había omitido durante su primer mandato. El punto de inflexión definitivo se produjo a raíz del ataque israelí en Qatar el 9 de septiembre, que fue un fracaso profundo tanto desde el punto de vista político como del militar. Esto llevó a la proclamación de una orden presidencial publicada la semana pasada, en la que Trump declaró que "cualquier ataque armado contra el territorio, la soberanía o las infraestructuras críticas del Estado de Qatar se verá como una amenaza para la paz y la seguridad de Estados Unidos". Además Estados Unidos se comprometió a tomar "todas las medidas legales y apropiadas —incluidas las diplomáticas, económicas y, si es necesario, militares— para defender los intereses de Estados Unidos y del Estado de Qatar, y para restablecer la paz y la estabilidad" en caso de que se produzca un ataque. El presidente Trump incluso prometió al emir de Qatar que "algo así nunca volverá a ocurrir en su territorio" y ordenó la promoción de un acuerdo de cooperación en materia de seguridad con Qatar.
Cabe nada más imaginar qué hubiera pasado en la opinión pública israelí y entre muchos judíos en el mundo, si Joe Biden o Obama se hubieran atrevido a otorgar a Qatar–el claro patrocinador del terrorismo y anfitrión de sus líderes–un acuerdo de defensa tan amplio y profundo, con el que Israel solo puede soñar. Es obvio que Trump puede darse ciertos lujos políticos que sólo a él le corresponden.
Ahora Trump le ordenó a Netanyahu, clara y terminantemente, lo que Israel tiene que hacer para poder liberar a nuestros propios hermanos ya en cautividad por dos años:
excusarse públicamente frente al gobierno Qatarí por el ataque (ya se hizo);
implementar un alto al fuego inmediato, y esencialmente incondicional, en Gaza (supuestamente ya se hizo, aunque parece que la realidad es más compleja);
admitir la introducción de una fuerza multinacional en Gaza y la participación de la Autoridad Palestina en el futuro gobierno en la Franja;
otorgar inmunidad a los líderes terroristas de Hamás;
abandonar la ambición de establecer un gobierno militar en la Franja y la anexión de Cisjordania, deteniendo el establecimiento de asentamientos en la Franja;
y por supuesto, la perspectiva de un estado palestino en algún lugar en un futuro lejano.
A la vez, Qatar aplicaría su influencia sobre los terroristas del Hamás para que finalmente entiendan que la manera de poner fin a esta vuelta de la confrontación en Gaza es liberar a los rehenes, y no seguir reteniéndolos. El fanatismo jihadista criminal de Hamás se ha negado hasta ahora a la liberación de todos los rehenes si es que no se cumple la precondición de finalizar la guerra totalmente, y eso sin importarle para nada el sufrimiento indescriptible de su propio pueblo y la destrucción física terminante de lo que queda sobre la tierra en Gaza, y parte de lo que hay debajo de la tierra. La posición actual de Qatar es que, si se liberan todos los rehenes, será posible contar con Trump para lograr un alto al fuego permanente y duradero, donde los detalles de los acuerdos para poner fin a la guerra se discutirán con la presión del presidente de Estados Unidos. Cuando no haya rehenes israelíes en Gaza–esto es lo que Qatar trata de imponer a Hamás–Israel no podrá continuar la guerra dada la presión de Trump y de la comunidad internacional.
El plan que está sobre la mesa, como ya dije, no es muy diferente a lo que se sugirió ya en los primeros meses de la guerra en Gaza. Pero uno de los puntos más impactantes en la manera en que Trump lo impulsa en este momento se relaciona con el éxito en incluir varios países musulmanes como promotores, entre ellos Egipto, Jordania, Arabia Saudita, los Emiratos, Turquía, Pakistán e Indonesia. Este es un logro que muchos atribuyen a Jared Kushner, basado en su red de intereses en la región. Eso, junto con la presencia de una personalidad diplomática tan experimentada (aunque controvertida) como Tony Blair, significa un cambio dramático en el trasfondo de las negociaciones y la posibilidad de hacer materializar el plan. Según el plan actual, a cambio de la liberación de los rehenes, Hamás recibiría cerca de 2000 prisioneros, incluyendo 250 de los más nefastos que se encuentran en cadena perpetua en Israel, dejando así las cárceles de seguridad israelíes prácticamente vacías.
Trump ha colocado a Netanyahu en una situación problemática frente a sus colegas de coalición y su base electoral, ya que para liberar a los prisioneros de los que se habla, se requiere la aprobación del gobierno. La situación de la coalición en este momento es un poco compleja en lo referente a los partidos ultraortodoxos y a la derecha mesiánica (sería un poco tedioso explicar todos los detalles, así que los dejo de lado), y sin embargo parecería probable que Netanyahu pueda lograr la aprobación formal de esa parte del plan. Como siempre, va a haber mucha palabrería alrededor de la liberación de asesinos realmente sanguinarios y nos explicarán que en realidad se trata de un gran logro. Pero ellos quedarían en total libertad, probablemente en el exilio, y eso hay que admitirlo, por doloroso que sea.
Y es importante prestar atención al hecho ya no sorprendente, de que Netanyahu y sus secuaces ya han sabido empezar cambiar–con ayuda de la máquina del veneno en las redes sociales y los medio mainstream–la narrativa general de lo que estamos viviendo, y hacernos creer que todo lo que pasó en los últimos meses, incluyendo el ataque fallido a Qatar, fue un super-sofisticado juego de ajedrez diplomático astutamente concertado por la genialidad del jefe, que nos llevó a este gran logro, que implica la derrota total de Hamás sobre la cual ha estado hablando todo este tiempo.
También en el lado palestino no le faltan a los dirigentes políticos del Hamás, que funcionan desde su hoteles de lujo en Doha, problemas con su población. Las pocas voces valientes que pueden escucharse en ese lado, acusan a esos líderes de la destrucción que se ha sufrido, y exigen la liberación inmediata de los rehenes israelíes para que se pueda llegar a un alto al fuego. Pero también ellos tienen que enfrentarse con sus propios extremistas y quienes los apoyan en el mundo. Muchas de las voces que se expresaron en los últimos meses en el mundo, a través de las redes sociales y en los medios, acusando a Israel de genocidio sistemático y arrasador en Gaza, siguen llamando a Hamás a que continúe la lucha, mientras describen el acuerdo que se está discutiendo como una capitulación ante el colonialismo sionista. Y el pueblo palestino en Gaza ... que sigan pagando el precio.
Nadie sabe en este momento a ciencia cierta cuáles son las probabilidades reales de que el acuerdo se materialice, pero por ahora hay en Israel una cierta atmósfera de esperanza y de optimismo cuidadoso, de que podamos ver pronto a los rehenes de vuelta en casa. Todo esto basado en la actual dedicación total de Trump para que su iniciativa sea coronada por el éxito. Pero también está claro para ambas partes, que si llega a realizarse la Fase Uno del plan (liberación de rehenes israelíes secuestrados en Gaza, y de terroristas del Hamás detenidos en Israel), es altamente probable que todo lo demás quedará en el aire. La supuesta participación futura en el manejo de la Franja de una Autoridad Palestina "renovada", y la promesa un poca borrosa de un Estado palestino en el futuro quedarán probablemente como palabras vacías. Es relevante recordar que a finales de mayo de 2024, el presidente Joe Biden presentó un plan para poner fin a la guerra y liberar a todos los rehenes, basado en ideas que habían sido sugeridas incialmente por Israel, pero que Netanyahu no dudaría en torpedear, com torpedeó tantas otras inciativas. Hamás, por su lado, se tomó su tiempo y a principios de julio dijo, como de costumbre y como pasa ahora, "sí, pero...". A final de cuentas el plan no se realizó, a pesar de que existía en ese momento una enorme presión internacional, incluyendo a Qatar y Egipto. Pero como ya dijimos, lo que es verdad para Biden no es verdad de igual manera para Trump. Por otro lado, sigue en pie la pregunta si Trump sabrá cómo mantener la presión sobre las partes y si estará interesado en hacerlo, o si se dedicará pronto a otros quehaceres en su agenda política y personal. Tal vez Netanyahu confía en que después de la Fase Uno, Trump–con o sin Premio Nobel en su haber–ya no seguirá presionando y la guerra podrá seguir interminablemente, sea cual sea el precio. Lo importante es quedarse en el poder a toda costa.
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No sé si quienes todavía apoyan a Israel en el mundo – judíos y no judíos – y se preocupan sinceramente por nuestro futuro y bienestar, entienden a fondo la importancia de la lucha que seguimos manteniendo al lado de las familias, en pro del retorno de todos los rehenes, aún a un precio altísimo y doloroso. La idea de la solidaridad mutua, y el principio básico según el cual la sociedad israelí no abandona en el campo de batalla ni a heridos ni a muertos (y mucho menos a quienes fueron secuestrados de sus casa, y el ejército no vino al rescate a tiempo), siempre fue, y sigue siendo, la piedra fundamental sobre la que se basa nuestra existencia. También ella ha sufrido golpes duros en los últimos años, junto con tantas otras cosas fundamentales que se han dañado sistemáticamente, y afortunadamente es posible que Trump pueda ayudarnos en este momento a manetner ese ethos en pié.
La sociedad israelí sigue viviendo el trauma del cual no podremos empezar a curarnos hasta que el último de los rehenes regrese. Y además, ante el fracaso total del ejército, de las fuerzas de seguridad, y de los órganos del estado en la mañana del 7 de octubre, a pesar de las luchas heroicas de soldados, oficiales y policías, quienes vinieron al rescate un poco más tarde, y de la manera increíble en que tantos en la sociedad civil se dedicaron después a apoyar y a rehabilitar, tampoco podremos recuperarnos y sanar a la sociedad, hasta que no se establezca, como se ha hecho a lo largo de la historia de Israel, una comisión de investigacion nacional (no gubernamental) que indague a fondo las causas de la debacle y señale claramente a los responsables. Muchos en la cúpula militar y de seuridad ya asumieron responsabilidad personal y se retiraron penosamente de la escena pública. En la cúpula política siguen esquivándose de manera vergonzosa, mientras reconstruyen la narrativa histórica para ver si nos olvidamos de quién ha sido el culpable mayor.

Con un poco de suerte, luego de la próxima liberación de los rehenes, y el alto a la destrucción sistemática de Gaza, tal vez lleguemos también a esa fase y, una vez que se hayan aclarado de manera confiable las responsabilidades de los politicos, podamos dedicarnos lo más pronto posible a lo que es realmente importante para nuestro futuro: To Make Israel Great Again.

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P.S.: Dentro de una hora empieza en parque Hayarkon de Tel Aviv el acto de conmemoración de las víctimas y de la destrucción en las poblaciones afectadas. Es un acto de 30 mil participantes y decenas de puntos de transmisión a lo largo y ancho del país, organizado por las familias y algunas organizaciones civiles que siguen ayudando y apoyando. El gobierno ha preferido realizar actos oficales en otra fecha, probablemente para que el nombre simbólico "7 de octubre" no se asocie con ellos. Las familias informan que en preparación para el acto de hoy, no hubo ni un sólo ministro o representante del gobierno que haya llamado a preguntar si necesaitan alguna ayuda.
Por otro lado, las familias publicaron la respuesta entusiasta de Trump a la recomendacion que ellos escribieron a la comisión del Nobel para que se le otorgue el premio. Trump escribe:
“Estamos plenamente comprometidos a finalizar el conflicto y rezamos por su fin en los próximos días.
“Desde los atroces sucesos del 7 de octubre de 2023, en los que familias fueron separadas, niños fueron arrancados de los brazos de sus padres y personas inocentes fueron baleadas, asesinadas y violadas, estoy decidido a devolver a casa a todos los secuestrados y a garantizar la completa destrucción de Hamás, para que actos tan horribles no vuelvan a ocurrir. Estas imágenes inimaginables están grabadas a fuego en nuestra memoria y nunca las olvidaremos. Toda mi administración se ha sentido profundamente conmovida por el hecho de que, a pesar del inimaginable dolor y sufrimiento que han vivido durante dos años, sin saber dónde están sus seres queridos, han seguido contando sus historias y trabajando por su regreso”.
