En mi post anterior expliqué que el miércoles de esta semana sería un día muy dramático en la Knesset, ya que se escogerían dos delegados a la comisión nacional de selección de jueces. En consideración con aquellos de ustedes que se quedaron tensos por mi explicación y no han podido dormir desde entonces en espera de los resultados, doy ahora un breve recuento de lo que sucedió, que fue realmente mucho más sorprendente y bizarro de lo que la más retorcida imaginación hubiera podido anticipar. Les recuerdo que se trata de un evento que en el pasado era bastante trivial y se reducía a una simple votación que nunca le interesó a nadie. En las condiciones actuales del país, sin embargo, atrae ahora gran atención y ha cobrado muchísima importancia. Es un ejemplo más de la manera en que las energías del gobierno se han encauzado hacia luchas de poco significado real, mientras se descuidan totalmente los verdaderos problemas, que son mucho y muy complejos, empezando por Irán, nuestras relaciones con EEUU, el costo de la vida, la economía, la situación de la salud pública y el sistema de educación, … y pare usted de contar.
Resumo primero los puntos principales de lo que estaba en juego (y que ya expliqué en detalle). Ante la ola de protestas y el caos que se ha creado desde que Yariv Levin declaró la revuelta constitucional el 4 de enero, Bibi entendió que sería mejor disminuir el perfil público de todo ese esfuerzo, y tal vez hasta eliminar de la agenda pública sus puntos principales. La composición de la comisión es uno de los puntos de mayor importancia para Yariv Levin, cuya idea es que el poder ejecutivo pueda controlar totalmente al poder judicial y así eliminar su independencia y su capacidad de poner límites a las acciones del gobierno. Controlar la escogencia de jueces es clave para poder hacerlo.
Según es su costumbre, y mucho más en esta época tan conflictiva, los esfuerzos de Bibi se dirigen a postergar al máximo cualquier decisión en todos los campos, lo que en este caso quiere decir: mantener a toda costa en vida las “negociaciones” que se están llevando a cabo, con el patrocinio del presidente Herzog y sin mucho éxito por ahora, entre partidos de la oposición y el gobierno. Eso puede ayudarlo a que la “reforma” vaya agonizando gradualmente y con poca atención del público, y que eventualmente tal vez desparezca, pero a la vez no reconocerlo explícitamente frente a los que constituyen su base electoral, para quienes la aprobación de la reforma se ha convertido en grito de guerra.
Teniendo a la vista la votación en la Knesset del miércoles, se estimaba que Bibi tendría que decidir clara y públicamente entre dos alternativas, ambas problemáticas para él: (1) apoyar abiertamente la inclusión de un representante de la oposición en la comisión y exigir a todos los miembros de la coalición que voten en esa dirección, lo cual lo llevaría a un choque abierto con Levin, con sus asociados políticos y con su propia base electoral, o (2) dejar libre la posibilidad de que cada uno en la coalición vote según quiera, en cuyo caso obviamente la coalición no escogería ningún representante de la oposición y las negociaciones se suspenderían inmediatamente. La gran pregunta era cómo iba Bibi a salir de ese dilema.
Se estimaba que Bibi preferiría encontrar la manera de que los representantes de la Knesset en la comisión sí incluyan a una de la oposición (Karin Elharar, de Yesh Atid, el partido de Lapid), y que buscaría la manera de satisfacer a su propio público con algún caramelo político sopresivo. Sin embargo, había un segundo problema que él debía enfrentar: mientras que los acuerdos de coalición incluían la promesa de nombrar para la comisión a Ytzhak Kreuzer, representante del partido de Ben Gvir, existía el peligro de que algún otro miembros de la coalición tome una inicitativa propia y presente su candidatura. Eso significaría llevarle la contraria a Bibi, desde dentro del Likud, y arriesgarse a que ninguno de los candidatos de la coalición obtenga el número de votos necesario. Presentar candidatura de esa manera requiere un tipo de valentía política que no es muy común en estos días y mucho menos dada la atmósfera de terror que reina dentro de los partidos de la coalición. Por lo tanto, esa alternativa no parecía muy probable.
Y así llegamos al famoso día miércoles de la votación, y la primera sorpresa fue que, en efecto, se presentó una candidata del lado de la coalición que no pidió permiso para hacerlo. Ella es Tali Gottlieb, quien entró a la Knesset como parte del Likud, gracias al apoyo decisivo de Bibi y de su hijo holgazán, Yair. Ella es otra de las figuras nefastas que Bibi sin duda se arrepiente de haber promovido. Probablemente no la más nefasta, pero sí la más notoria. Su “claim to fame” antes de entrar en la política era su actuación, como abogada, en defensa de los más detestables pederastas y violadores llevados a juicio, usando una retórica incendiaria y vulgar de la que le gusta a los Netanyahu. En los preparativos para las elecciones pasadas en noviembre, Yair Netanyahu identificó el potencial de Gottlieb como icono mediático que contribuiría notablemente a su máquina del veneno, fustigando desenfrenadamente a la “izquierda traidora”. Por eso, supo engancharla en un puesto más o menos real wb la lista del Likud. Y en efecto, una vez entrada en la Knesset bajo la tutela de Bibi, ella se convirtió muy rápidamente en una de las personas que reciben la mayor atención de los medios en Israel (tan sólo un poco después de Ben Gvir, que lidera la lista). Su comportamiento el miércoles representó una mezcla de osadía política (que hay que reconocer que la tiene), y falta de entendimiento total de lo que pasa a su alrededor, y de cómo sus socios políticos realmente la consideran.
Para que entiendan la manera en que su presencia es constantemente ridiculizada en la Knesset, tanto por oponentes como por colegas, les recomiendo que la vean en acción en este video:
Mejor aún es ver la magistral imitación de ella (a manos de la actriz Liat Harlev en el programa satírico Eretz Nehederet – "Un País Maravilloso") en la que uno nunca sabe a fin de cuentas si es Tali Gottlieb misma la que aparece o Liat Harlev imitándola:
Todo esto podría ser muy cómico si no fuera una evidencia adicional de los abismos en los que el sistema político de nuestro dolido país ha caído.
El asunto es que al empezar el día de la votación, se encuentra Bibi no sólo ante el dilema que se esperaba, sino que ahora hay un nuevo twist en la trama. Bibi pensó que, como siempre, lo mejor para él sería postergar todo esto por un mes más. No es algo que él tenga la autoridad de decidir como primer ministro, pero los más experimentados zorros políticos asociados a él, que conocen bien todos los trucos sucios de la Knesset, sí supieron encontrar en los reglamentos un renglón que les permitiría hacerlo, retorciendo un poco la realidad. Ya muy temprano en la mañana, los emisarios de Bibi anunciaron que eso era lo que iba a pasar. Sin embargo, para lograrlo, era forzoso que ninguna de las dos candidatas recibiera el número necesario de votos. Eso parecía una tarea fácil, ya que la oposición está en minoría, lo cual aseguraría que Karin Elharar no sería electa, y por otro lado, la coalición se organizaría sin problema aparente para que Gottlieb, una de ellos mismos, tampoco se eligiera. Bibi podría argumentar ante la oposición que las negociaciones deberían seguir ya que se creó una situación temporal no antes contemplada, y por otro lado, ante su base electoral, afirmaría que él sigue adelante con la reforma tal cual la propuso y apoyó. Una solución típica de Bibi, que le sigue salvando el pellejo, no importa cuál es el precio que todos pagamos.
Vale decir que, si el plan se hubiera cumplido, las calles de Israel se hubieran encendido de inmediato con mucho mayor intensidad de lo que se encendieron hasta ahora, incluyendo la noche del 26 de marzo, cuando Bibi despidió despectivamente de su cargo al ministro de defensa Galant, por haber advertido públicamente sobre los daños que la reforma está causando en el seno de las fuerzas de defensa de Israel. Decenas de miles salieron esa noche espontáneamente a las calles, cerrando muchas vías centrales, y Bibi tuvo que retirar inmediatamente su decisión (sin realmente reconocerlo) ante la presión de la protesta.
Esta vez, ya desde la mañana del miércoles empezaron a circular mensajes en todos los grupos de protesta en las redes sociales, alertando sobre lo que estaba pasando y llamando a preparase para las manifestaciones que se iban a organizar a las 8 de la noche, asumiendo que las postergación se daría, tal y cómo lo estaba planeando Bibi (Spolier: el plan de Bibi fracasó y las manifestaciones que se estaban preparando se pospusieron temporalmente).
Pero aquí llegó otro twist inesperado en la trama. La votación (que es secreta en sobres detrás de un aparador) se efectuó a las 3:30 de la tarde. ¿Cuánto puede tardar en el Start-Up Nation contar el contenido de 120 sobres? Llegadas la hora 18:00 sin darse todavía a conocer los resultados era obvio que algo no le había funcionado al Likud como se esperaba.
El conteo final fue sorprendente: Karin Elharar, candidata de la oposición, calificó como representante en la comisión al recibir mayoría de votos (58-56). Ese resultado implica que cuatro miembros de la coalición votaron a favor ella, contradiciendo todas las indicaciones y los deseos expresados por Bibi y sus seguidores. Cuatro traidores!! O, cuatro valientes, tal vez. O lo que cada uno quiera ver en lo sucedido. Pero el número está claro: cuatro de la coalición que parece que están hartos de todo este asunto de la reforma de Levin, y buscan ponerle punto final.
Tali Gottlieb, por su parte, recibió sólo 15 votos de apoyo y 59 en contra. La avergonzaron públicamente, en respuesta a la manera en que ella hizo quedar mal al liderazgo de Bibi y sus asociados. No contentos con la humillaicón misma, la castigaron fuertemente en la fracción parlamentaria del Likud: por tiempo indefinido ella no podrá participar en comisiones de la Knesset representando a su partido, no se le permitirá traer a discusión leyes nuevas de su iniciativa, ni se le permitirá hablar a nombre del Likud. Ni siquiera se tomaron en el Likud la molestia de avisarle, sino que lo reportaron directamente en la prensa. No se trata tanto de un castigo a ella, como una advertencia a otros que puedan estar pensando demostrar algún tipo de independencia de pensamiento dentro de la coalición (o a alguno de los cuatro traidores si es que llega a saberse quiénes son).
Y en efecto, una de las preguntas que ocupan ahora a los analistas políticos y a los políticos mismos es la de la identidad de los cuatro que cruzaron las líneas. Las teorías son variadas e imaginativas. Una de ellas sostiene que Bibi mismo votó a favor de Elharar para así crear esta situación intermedia en la cual puede seguir postergando sus decisiones. En la oposición decidieron suspender temporalmente las negociaciones, hasta que se elija el segundo representante (o sea, el de la coalición) de manera que la comisión pueda empezar a trabajar lo antes posible.
Cabe señalar que, aún si la coalición escoge a su candidato dentro de un mes e se intergre a la comisión junto con Elharar, Levin (como ministro de justicia) tiene el poder legal de retrasar indefinidamente la convocatoria del comité, y mucho más las discusiones efectivas para nombrar jueces en todas las instancias. En este momento hay cerca de setenta posiciones de juez vacantes a nivel nacional. Ese es el gran problema del sistema judicial que Bibi, Levin Rotman y todo es combo dicen querer “enmendar”, y junto con toda la retórica incendiaria en contra de los jueces, en la realidad son ellos los que siguen agudizando—por consideraciones politiqueras mezquinas—el problema verdadero. Como siempre, el que sale afectado es el ciudadano de a pie, que necesita que su caso se discuta en alguna instancia y sigue esperado interminablemente, por el simple hecho de que faltan jueces que podrían ser nombrado si el comité trabajara normalmente como siempre lo ha hecho (con todos los defectos del sistema – y esos no faltan).
Miembros de la coalición están presionando fuertemente a Bibi en esto momentos, para que materialice lo antes posible (y ciertamente antes de que se entre en la pausa del verano en le Knesset) el golpe de legislación (o por lo menos parte de él): que se suspendan las negociaciones en la residencia presidencial y que todo este proceso se haga unilateralmente. Es probable que esas presiones funcionen, pero eso llevaría a mayores demostraciones en las calles, y tal vez a expresiones de desobediencia civil en muchos aspectos de la vida en el país. Además, Bibi estaría violando las promesas ofrecidas ante los líderes del mundo, las agencias internacionales de calificación de riesgos, y las redes televisivas mundiales (siempre en inglés, ya que en hebreo nunca le habla así a sus audiencias), de pasar las reformas solamente si se logra un amplio consenso.
Bibi fue doblemente humillado el miércoles en público: por un lado, cuatro miembros de su coalición apoyaron a la candidata de la oposición, y por otro lado, una miembro de su coalición presentó candidatura en contra de su dictado. Pero de hecho, mientras Netanyahu pueda seguir postergando decisiones, retrasando procesos y confundiendo a sus seguidores, seguirá consiguiendo algunas victoria tácticas parciales (y por eso la conjetura que él mismo estuvo entre los cuatro que apoyaron a Elharar). El daño que Bibi y sus aduladores le están haciendo mientras tanto a la democracia israelí, a la confianza de los ciudadanos en los mecanismos del gobierno, a la prensa, a la economía, a la imagen de Israel en el mundo, y a las relaciones con el pueblo judío en la diáspora, se hacen cada vez más difíciles de corregir. No cabe duda de que la lucha opositora, las manifestaciones a lo largo del país, y otros métodos de protesta que aún están por verse mientras esto siga, no desaparecerán ni se debilitarán en el futuro visible.
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