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  • Writer's pictureLeo Corry

Noooo, vale … Eso no puede pasar acá!

Updated: Mar 4, 2023

Los acontecimientos de los dos últimos meses en Israel—a raíz de la juramentación del sexto gobierno de Netanyahu—han sido tan dramáticos y tan frenéticos, que resulta difícil presentarle a quien no vive en el país una imagen fidedigna, concisa y exhaustiva de lo que estamos viviendo. En esta última semana se han vuelto más frenéticos aún. Con el título de Un Momento de Claridad Aterradora, el conocido autor Yuval Noah Harari publicó en estos días un texto bastante largo, y bastante triste, donde expuso su punto de vista sobre la situación, concluyendo que tarde o temprano él abandonará este lugar en el cual ya no ve muchas esperanzas de un futuro mejor. “Este autobús—declaró—está acelerando salvajemente hacia distritos que me son ajenos, y si no se detiene llegaremos a mi estación pronto, y ahí es donde me bajo”.


Harari no descarta la necesidad de tomar acciones “sin precedentes” para oponerse a los procesos de legislación acelerados liderados por el ministro Yariv Levin con pleno apoyo de Netanyahu y su gobierno. En esto Harari no está sólo, y voces similares se escuchan por todos los medios, así como en las manifestaciones multitudinarias que se han producido en el país ya por ocho semanas consecutivas. Así se expresó este último sábado, por ejemplo, quien fuera Primer Ministro y Jefe del Estado Mayor del ejército israelí, Ehud Barak, quien llamó repetidamente a la población a unirse a acciones de desobediencia civil no violenta, en la tradición de Mahatma Gandi y Martin Luther King, en caso de que la legislación antidemocrática del gobierno llegue a aprobarse. “A corto plazo,” insistió Harari, “hay muchas posibilidades de que podamos detener este golpe y salvar la democracia. El verdadero problema está en el largo plazo.”




La convergencia actual entre estos problemas a largo plazo con coyunturas políticas específicas es lo que explica, como ya indiqué en mi entrega anterior, la situación actual. Ante esto, hay quienes se bajaron del autobús hace tiempo, algunos se han bajado en los últimos dos años, en vista de los procesos que se iban desarrollando, y muchos otros hablan, como Harari, de bajarse próximamente. Pero nadie se escapa de la pregunta qué es lo que nos depara el futuro del país y—mucho más importante y crucial—qué es lo que le depara a nuestros hijos y nietos. ¿Debemos pensar en los términos que la metáfora de Harari sugiere? ¿Y a dónde nos lleva ese pensamiento? Este tipo de dilema es bien conocido en países que han pasado por crisis profundas, como bien lo saben los venezolanos, tanto los que han emigrado como los que se han quedado, cada cual con sus razones y sus circunstancias.


En las discusiones actuales sobre la situación del país se acostumbra a comparar los procesos de ataque a la democracia con lo que ha sucedido en lugares como Hungría, Polonia o Turquía, y se intenta llegar, en base a eso, a conclusiones sobre lo que nos espera en todos los campos de la vida. Harari, por el contrario, dedica gran parte de su texto a explicar por qué es muy poco lo que podemos aprender del ejemplo de Hungría, que según su explicación es muy diferente al de Israel. Él ve el caso de Israel como mucho más grave. Concuerdo en principio con varios argumentos de Harari al respecto, y más generalmente hablando, diría que toda comparación de este tipo es siempre imperfecta e incompleta. Pero eso no quiere decir que tales comparaciones no tengan poderes aclaratorios, siempre y cuando uno sepa guardar las diferencias. A los israelíes que se oponen a los procesos actuales les gusta especialmente la comparación con Hungría y Polonia, porque con todo lo que pueda contrariarnos, nos deja en el marco europeo, que es donde no gusta estar situados para bien y para mal. Aunque es tal vez más apropiada, la comparación con Turquía gusta menos, porque nos mueve al contexto levantino que todos preferimos evitar aún en tiempos de debacle. Yo personalmente, sea por falta de imaginación o tal vez por cercanía sentimental, siempre vuelvo a pensar, como punto de comparación que me ayuda a concebir los escenarios que tal vez vamos a estar enfrentando, en la querida Venezuela.


La comparación empieza por los líderes, Bibi y Chávez, como los dos protagonistas centrales y catalizadores de los procesos que llevaron al desastre en sus respectivos países. Tal vez no es esta una comparación en la que muchos concuerden conmigo, pero para mí es más que obvia, y además así lo he visto por muchos años ya. Se trata de dos líderes populistas, carismáticos e irresponsables, para quienes la perpetuación en el poder y la adulación incondicional por parte de quienes los rodean se volvió el tema central de todas sus acciones. Como arma central optaron por la mentira sistemática y el discurso venenoso. Ninguno de los dos dudó en sembrar el odio y la polarización, calificando continuamente a sus opositores de traidores a la patria y anarquistas.




Obviamente las realidades de Venezuela e Israel son radicalmente diferentes, y por tanto hay diferencias abismales entre las razones y los intereses que llevaron a los asociados de Chávez y a los de Bibi a orquestar sus respectivos ataques contra el sistema judicial en sus países y a implementar medidas que les den control de los medios de comunicación. Una diferencia importante: Chávez no estaba en su momento sometido a juicio por corrupción, como Bibi lo está acá en Israel, y los cambios están destinados, en primer lugar, a que se salve su pellejo frente a las cortes. Las orientaciones económicas de ambos líderes en términos de “derecha” o “izquierda”, en su acepción tradicional, son obviamente opuestas. Pero resulta asombroso ver hasta qué punto son similares los procesos centrales que se dieron en ambos países, a veces paso por paso. Buscando en el Internet, encontré un artículo de 2014 con el tenebroso título de “Chávez y el golpe contra el Tribunal Supremo: el inicio del fin de la democracia en Venezuela”. Recomiendo su lectura como una descripción exacta, no de lo que pasó en Venezuela desde 1999, sino de lo que estamos viviendo en Israel en estos momentos, bajo el liderazgo corrupto de Bibi, que ahora se ha hecho rodear de personajes cada vez más nefastos como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smutrich y sus seguidores (muchos de ellos peores aún que sus líderes). Copio algunas líneas para darles una idea:


En primer lugar, el chavismo se ocupó de desprestigiar al Poder Judicial ante los ojos de la sociedad para contar con una legitimidad que le permitiera avanzar. Necesitaba un relato con algún síntoma de verosimilitud para poder avanzar y arrasar contra los molestos funcionarios.


El régimen sabía que para obtener el control completo del Tribunal Supremo debería asegurarse que la mayoría de los funcionarios que lo componen estuvieran de su lado y así lograr una corte que cumpliera todos sus deseos.


Hay magistrados que no tienen el perfil ni académico ni jurídico para estar allí, son paracaidistas que están allí para complacer al gobierno … El presidente de ese cuerpo judicial es Maikel José Moreno Pérez, un ex espía y guardaespaldas sobre quien pesa una denuncia de asesinato.


Es posible que quien me lea en este momento piense que estoy exagerando en mi comparación, pero yo creo que una lección importante de los procesos que se dieron en Venezuela es que a muchos les tardó demasiado en entender lo que estaba pasando y en cómo eso afectaría sus vidas, mientras seguían amparándose en la concepción conveniente pero fatal encapsulada en la frase criolla: “Noooo, vale … Eso no puede pasar acá!” (o como lo dijera magistralmente Orlando Urdaneta en un vídeoclip inolvidable: "“Noooo, vale … no lo creo!”").


Pues bien, todo lo que se pensaba que no podía pasar, pasó en Venezuela, y mucho de lo que se pensaba que no podría pasar en Israel está pasando ya. Vemos por ejemplo la violencia sin precedentes que se ha aplicado en las manifestaciones de ayer en Tel Aviv, incitados por Ben Gvir que se presentó en la sede del comando de la policía y empezó a dar órdenes operativas de manera directa.





Hay que entender que en Israel siempre se ha mantenido una separación total entre el ministro encargado (que podía dictaminar políticas generales y principios de administración de presupuestos) y la actuación operativa de la policía en su día a día, y ni que hablar de las investigaciones criminales, en las que nunca se permitió la intromisión de políticos. En el acuerdo de coalición que firmaron, Bibi le prometió a Ben Gvir cambiar a fondo estos principios tan importantes, creando también en este campo lo que es un verdadero caos en cuestiones de autoridad: ¿quién es el que manda? ¿el comandante general o el ministro? Los resultados no se hicieron esperar en la calle, donde se produjeron heridos por el uso de granadas de humo y otros métodos violentos ante los manifestantes, tal como lo ordenó Ben Gvir.


Y para culminar el día con broche de oro, Bibi se presentó en la noche en transmisión en cadena con un discurso que no dejaría mal a Chávez (aunque a favor de Bibi puede decirse que lo hizo muy corto). A pesar de los rumores sobre una posible transición al dialogo mediado por el presidente, basado en una pausa (aunque sea temporal) en el blitz de legislación que se está llevando a cabo, Bibi no dudó en dedicar sus palabras a incitar una vez más contra la oposición con una serie de comparaciones ofensivas y absurdas basadas en mentiras que ni siquiera vienen al caso.


Bibi declaró, en primer lugar, que no va a permitir transgresiones a la ley ni en Hawara ni en Tel Aviv, implicitamente trazando una ecuación entre ambos sucesos. En Hawara, les recuerdo—siguiendo el ataque del terrorista palestino que acribilló a los dos hermanos Halel y Yagel Yaniv—atacaron en venganza decenas, tal vez cientos, de terroristas judíos a palestinos inocentes en esa población, quemando docenas de casas y vehículos ante la presencia impotente de algunas unidades del ejército que no se preparó adecuadamente para tal acto de barbarismo.





El Ministro Smutrich declaró posteriormente que efectivamente ese poblado debe ser borrado del mapa, pero que eso no tienen que hacerlo ciudadanos por su cuenta, sino el estado mismo (o sea, la policía o el ejército). Qué bueno, ah? El Estado Judío dedicado con su ejército a arrasar poblaciones civiles enteras. Bueno .. después dijo que se refería a arrasar metafóricamente. Claro … es que algo así “no puede pasar acá”, ya saben, … la superioridad moral judía and all that jazz … Mientras tanto el American Jewish Congress condenó terminantemente esa declaración del ministro. Pero vamos a ponerlo claro: oímos día a día declaraciones que son mucho más graves que esa, y muchas acciones más vergonzosas todavía. En todo caso, Bibi encontró muy apropiado mencionar en un mismo aliento el vandalismo de Hawara y lo que hicieron manifestantes en Tel Aviv, cuyo crimen mayor fue cerrar el paso en la autopista que cruza la ciudad . La violencia de la policía dejo un saldo de nueve hospitalizados, y también arrestaron a cincuenta manifestantes. En Hawara, tan sólo cuatro jóvenes que participaron en el Pogrom fueron detenidos y sin duda serán liberados pronto. Como dijo el mismo Smotrich en su entrevista: terroirstas judíos es algo que no existe (a menos que sean los anarquistas que se oponen a Bibi).


El argumento central de Bibi fue que—contrariamente según su descripción a lo que estos supuestos “anarquistas” hacen en las manifestaciones a lo largo y ancho del país—cuando se decidió hace veinte años la retirada de la franja de Gaza, los que se opusieron en aquella oportunidad (y hoy son parte de la coalición), lo hicieron sin ningún tipo de cierre de vías y sin violencia contra la policía y el ejército. Además, él mismo, Bibi Netanyahu, como líder de la oposición que se oponía a esa retirada, hizo todo esfuerzo posible (así dijo) para que las manifestaciones sean pacíficas.


Pues bien, mentira tras mentira tras mentira: en aquellos días, la violencia de los manifestantes, que llamaron a la desobediencia y trataron de convencer a soldados que se nieguen a cumplir órdenes, fue contundente y no dejo lugar a dudas (incidentalmente, entre los detenidos por cerrar vías públicas de manera violenta estaba nada menos que el joven Bezalel Smutrich de aquel entonces!). Pero lo más sorprendente de estas mentiras es que Bibi no estaba en la oposición en esos días, sino que era ministro de finanzas en el gobierno de Sharon, y no sólo eso: en el voto en la Knesset, Bibi apoyó el plan de retirada, no se opuso a él! (sólo más de un año después, todavía siendo miembro de la coalición, al ver que los vientos políticos cambiaban de dirección, Bibi empezó a hablar en contra del proceso, pero nunca tomó algún tipo de inciativa real para detenerlo ...).

¿Por qué estas mentiras patológicas, comparaciones absurdas e innecesarias e incitación en prime time es lo único que se le ocurre a Bibi presentar en su discurso en momentos de crisis tan grave que atraviesa el país y cuando hay quienes temen que hasta se llegue a una guerra civil? Eso es material de investigación para psicólogos, creo yo, pero lo que si sabemos a ciencia cierta, es que el precio que todos pagamos está más que claro, cuando la mentira se vuelve el arma central del liderazgo político.


En los recuadros que siguen presento, para quienes se interesen en detalles, una colección aleatoria de momentos que se han dado en el país en estas semanas y que muestran la dirección hacia la cual nos movemos mientras el proceso acelerado de legislación logra cambiar a fondo la esencia de nuestro régimen de gobierno y haya subordinado todos los mecanismos públicos a la voluntad de los políticos, amparados bajo la sombra del líder máximo. (para abrir hay que pulsar el símbolo > a la izquierda en cada línea)

El gobierno aprobó el presupuesto sin ni siquiera tenerlo ante sus ojos

La independencia del Banco Central está también en juego

El profesor de secundaria Amir Kliger fue despedido

Hasta la independencia de la Biblioteca Nacional está amenazada.

Más y más reservistas declaran que no van a seguir sirviendo en el ejército

Y por supuesto Sara Netanyahu

Y la triste lista podría seguir indefinidamente …


Ayer se llegó al punto de ebullición sobre el que tanto manifestantes como policías han continuamente expresado preocupación y temor: se derramó sangre en las calles (no mucha por ahora, es verdad, y sin muertos o heridos de gravedad). Bibi desperdició otra oportunidad importante para calmar los ánimos y buscar alguna vía al diálogo, y se limitó a atacar una vez más a los manifestantes y a los líderes políticos de oposición con mentiras y declaraciones irresponsables. En este momento, y en particular bajo el liderazgo de Bibi y sus secuaces, no hay escenario negativo que podamos imaginar para nuestro país sobre el cual podamos decir con convicción: “Noooo, vale … Eso no puede pasar acá!”.

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